Celebraciones, sentimientos y maletas
- Xavi Turu - @Xavituru
- May 26, 2016
- 3 min de lectura
Es bien cierto que hoy en día en el fútbol todo vale. Aquello de los billetes verdes y en
el peor de los casos morados es ya un secreto a voces en el mundo actual del
balompié. No voy a entrar en la guerra de si agradecer o no a un club con un maletín
es legítimo o no, tal vez sí lo sea, pero existe la posibilidad de que sobrepase los
límites éticos del fútbol. Existen cosas infames en el mundo del fútbol que también
sobrepasan una línea roja que en algunos casos no se debería rebasar. Aquello
moral e inicuo pasa en muchos casos desapercibido por los ojos de aquellos que no les interesa ver según que tipos de cosas. El deporte donde juegan once contra once se mueve, le pese a quien le pese, por dinero y aquel que tiene dinero tiene poder.
Basándonos en esta teoría intrínseca sobre los billetes, se podría especular de alguna
forma bastante clara que en el más estricto de los casos existen pequeñas y grandes
ayudas económicas para compensar favores futbolísticos. Cada uno que haga lo que
quiera, allá ellos con su falsa modestia y sus delirios de grandeza para querer parecer
lo que no son. En situaciones extremadamente límites aparece la parte más
maquiavélica de las personas y es en estos casos cuando podemos hacer valer aquello del todo vale por conseguir nuestras metas. Es el lado más malvado y egoista de cada uno de nosotros.
Hay algunas cosas en el fútbol, como en la vida, que no se pueden comprar con dinero.
Existe aquella famosa frase de “todos tenemos un precio”. En parte puede ser cierta,
sí, pero hasta un cierto límite. Una de las cosas que seguramente no se puede comprar
en el ámbito del fútbol es el sentimiento que entrenadores, jugadores y simpatizantes
tienen dentro de sus mentes y cuerpos. Ese sentimiento nos lleva por ejemplo a ver al actual técnico del Barça a vestir-se con la camiseta del Sporting de Gijón y darles la
enhorabuena por haber conseguido la permanencia en Primera División. Ese mismo
sentir, a veces, puede estar fuera de lugar según algunos entendidos del fútbol
moderno. La cosa va de entrenadores. Marcelino García Toral, que a día de hoy es el técnico del Villarreal, tienen un pasado muy ligado al Sporting de Gijón y defendió al equipo gijonés de forma pública. Sus declaraciones donde decía “quiero que el
Sporting de Gijón se quede en Primera” dolieron a más de uno. Seguramente es
molesto para la otra parte que también se está jugando el descenso en otro lugar de
España. Pero qué decir de un sentimiento innato, de una valor que se lleva dentro y el
cual en muchas ocasiones no puedes controlar. Esas consideraciones en algunos casos hablan por ti en el aspecto más subjetivo de la persona y hay que respetarlas tanto si son a favor como si son en contra. La libertad de expresión es un derecho donde cada uno de nosotros podemos expresarnos libremente y por lo tanto tiene que estar bien vigente en una democracia, eso sí, siempre con respeto.
Hay veces que los sentimiento hacen que algunas conmemoraciones se descontrolen
un poco y estén exteriorizadas fuera de órbita. Con esto de las celebraciones me
refiero a la cortesía que tendría que existir dentro de esos festejos que muchas veces
acaban descarrilándose por factores ajenos al fútbol y crean un ambiente catastrófico
según de donde provengan.
Sin estas pequeñas cosas el fútbol perdería mucha salsa. Y ojo, no digo que el fútbol
sea una especie de movimiento amarillista que apareció a principios de 1897 o sea un
Aquí hay tomate o un Sálvame deluxe. La rivalidad es buena. Retrocediendo un poco
hacia atrás en estas líneas, es un sentimiento innato del fútbol. Así que lo mejor sería
que no nos quitasen esa pasión congénita que a algunos nos apasiona y a otros nos
enfurece tanto. El fútbol son muchas cosas, algunas son buenas y otras no tanto pero
sin ese antagonismo, sin esos esos sentimientos y enfrentamientos entre unos y otros,
¿qué sería de este deporte?
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